Soy graduado. Dentro de poco tiempo tendré el típico papel
que cataloga y oficializa este proceso que he recorrido durante 4-5
maravillosos años de mi vida, que bien podría ser comparado a un embarazo, esa
cocción lenta de conocimientos que han sido incorporados en mi mente a base de
apuntes, libros, exámenes, experiencias académicas y no académicas.
Recuerdo perfectamente ese primer año, en el que vine a
vivir con mi amigo Luis a la capital. Ese año nos lo comimos de un bocado (o de tanto como decimos nosotros). Devoramos
aquel año (especialmente los Jueves) sumergidos en sensaciones contrarias como felicidad y también inexperiencia
e inquietu
d. Poco a poco fuimos calmándonos, o como diría un amigo, acomodándonos en esa posición de noble dentro de la universidad, cogiendo la vida por el mismo sendero pero sin desviarnos (tanto) puntualmente de nuestro camino.
Llegué pensando que
el título era lo más importante, y me voy sabiendo que es lo menos importante.
No creo que la validez de las personas se miden por los títulos que carguen en la
mochila académica llamada Curriculum Vitae, sino por el propio individuo: su
inteligencia, su análisis y su práctica. Obviamente el título acarrea que se
han pasado unas ‘’pruebas’’ que ‘’demuestran’’ la adquisición de los
suficientes conocimientos para desenvolver las actividades de una profesión con
la categoría de un experto, por lo que es de gran importancia.
Ahora bien, me vengo a referir a que creo que el verdadero
profesional no lo es por ese documento de enorme valor sentimental y económico
(cuesta unos 150 euritos), sino por el amor a su trabajo, es decir, el
entusiasmo no sólo por desempeñar sus funciones sino por aprender más (Eureka,
he aquí la cuestión). Ese título representa los conocimientos que se han
adquirido en ese tiempo, y posiblemente acabe enrollado en el trastero y desgastándose
poco a poco por el martillo llamado tiempo. Con un poco de suerte, los
conocimientos adquiridos pueden no sufrir
la misma suerte que los devore el olvido, pero sí se estancarán y no
evolucionarán si no se renuevan leyendo, escuchando y discutiendo, es decir,
aprendiendo de y sobre tu propia profesión, porque un día Juana Inés de la Cruz
dijo que no se estudia para saber más, sino para ignorar menos. No se puede
pretender creer que se ha llegado a la cúpula de conocimiento (y más pensar que
es eterna) cuando se acaba la carrera, se sabe un poco y sobretodo se ignora
mucho.
Llegué pensando que
la nota era lo más importante, y me voy sabiendo que es de lo menos importante.
Esto lo tengo claro, el numerito que sale en tu expediente no es proporcional a
lo buen profesional que puedes llegar a ser; ni tampoco la nota de una
asignatura es directamente proporcional a la satisfacción con esta. El caso más
notorio es mi reciente entregado Trabajo Final de Grado.
Escasas veces he
estado tan contento con la elección de un profesor, un tema y la elaboración de
un trabajo como lo estaba con el mío (Adicción al Ejercicio Físico), y creo que
el fruto final fue muy bueno, no solo porque era de las primeras veces (por no
decir la primera) que se trataba este arriesgado tema en los Trabajos Final de
Grado, sino porque simplemente estaba contento con mi trabajo, de cómo había evolucionado el documento
bajo mi cautela y cómo lo había modificado a mi gusto (que no significa que
siempre haya sido el correcto). En definitiva, estaba orgulloso de mi tarea, y
obtuve un 8.
Un 8 Notable es una gran nota como me decían personas muy
importantes, pero me quedé con la sensación que mi trabajo podría haber
merecido más nota. Pero (y ante mi asombro) lejos de entristecerme me hizo sentir
por primera vez la sensación de satisfacción académica no ligada a una nota.
Estaba orgulloso de mi trabajo independientemente de la nota recibida porque me
había servido para aprender y ser mejor
profesional. Entonces, creo que no deberíamos unir tan estrechamente la nota
con la sensación de felicidad y regocijo académico, sino más con lo personal,
con si sentimos que se ha empleado correctamente el tiempo y se ha aprendido
con aquello que se ha realizado.
En definitiva, he aprendido muchas cosas y creo que estoy
capacitado profesionalmente para llevar a cabo mi función en la sociedad (si la
sociedad me lo permite) y en el ámbito personal me llevo muchas cosas de estos
años, amigos y no tan amigos, conceptos eternos y promesas olvidadizas, cenas,
noches y resacas para la eternidad y sobretodo momentos, porque en eso consiste
todo, en dibujar momentos en la vida que no se olviden y que hacen que se te erice
el bello de simplemente recordarlos.