No hace mucho aprendí un nuevo término en una de esas clases
universitarias llanas, sin erupciones ni interrupciones que puedan enturbiar la
fría atmosfera de soledad en que (estoy convencido aunque no seguro) se
encuentra el maestro llamado profesor por situarse encima de esa tarima.
Después de mis particulares y pequeños hachazos al método de enseñanza de
algunos profesionales os diré el término: neuroplasticidad.
Según entendí en clase, neuroplasticidad es la capacidad
neuronal y cognitiva que toda persona tiene y que consiste en aprender nuevos
conceptos, ideas, es decir, en almacenar información y procesarla y, alguna,
almacenarla, creciendo en experiencia. Depende de factores como la repetición,
atención, tipo de estímulo, lesión que ha podido sufrir el sistema nervioso e
intensidad de la señal.
Hasta aquí todo normal, es decir, se refiere al aprendizaje
cognitivo en el cual el sistema nervioso almacena nuevos conceptos y en
definitiva aprende. Ahora bien, mi sorpresa fue cuando se aseguró que SIEMPRE
se tiene neuroplasticidad pero en diferentes niveles, es decir, parece ser que
incluso los pacientes en coma tienen un rango de aprendizaje cognitivo, un margen
de neuroplasticidad. Pero dejando de lado la polémica con el estado comatoso,
podemos extrapolar el concepto e idea a la educación sabiendo que, en cualquier
momento cualquier persona independientemente del coeficiente intelectual, tiene
un rango de aprendizaje sobre el que se puede trabajar, cosa que parece clara y
normal pero muchas veces es obviada.
Relación tiene con los olvidados en la educación, alumnos
que se les da por perdidos porque no pueden seguir la ‘’línea’’ o dirección que
marca el temario junto con la programación (Oh Dios que todo lo describe) y que
simplemente si aprenden, bien, y si no también, no es problema mío, su
neuroplasticidad no es suficiente para seguir mi clase. Son catalogados como
mal alumnos, inútiles, cortitos o zoquetes.
Y claro, al venirme a la cabeza ‘’zoquete’’ mis conexiones neuronales se
activan para recuperar de mi almacén de memoria a largo plazo (y ya de paso del
baúl del trastero) el libro de Pennac ‘’Mal de Escuela’’. Sé que estos dos
conceptos o ideas no tienen mucha relación, de hecho fríamente creo que no
tiene la más mínima, pero una cosa me ha llevado a otra.
Nos explica ‘’Mal de Escuela’’ que el aburrimiento en la
clase es aplastantemente normal, no existen actividades espontáneas que tengan
una intensidad suficientemente alta para llamar la atención, por tanto lo
normal será el zoquete, no el empollón, lo habitual es encontrar al alumno distraído no al sediento
de explicaciones huecas de valor atencional. Por tanto, ¿pueden llamarse
educadores aquellos que les invade la impaciencia y el nerviosismo cuando
literalmente 2 alumnos de 36 están atendiendo la magistral explicación que solo
realiza ‘’stop’’ cuando no queda saliva para tanta palabra? No. De hecho creo
que el único adjetivo que no se les podría colgar sería ese mismo, ya que no
están facilitando o haciendo que lo alumnos capten conceptos y aprendan, sino
que los está aplastando con la losa del aburrimiento en forma de explicación
que muestra su inigualable sapiencia.
Sinceramente, no sé cómo he llegado a este punto porque he
mezclado dos mundos turbios y totalmente diferentes, desde la neuroplasticidad
en un ámbito post lesión neurológica, hasta la educación y los alumnos zoquetes
de Pennac, pero acabando con este tipo de batido explosivo; es obvio que no todos
tenemos la misma neuroplasticidad, simplemente debemos saber cuál es la
información que los procesos cognitivos pueden aceptar, conocer qué es lo que
realmente se ignora y no se sabe, para ponerse en esa situación y adaptar
nuestras actividades y lecciones a las demandas.
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